24 de marzo de 2009

Recuerdos de ilusión


-¿Quien de vosotros no ha montado en tren cuando era niño?, yo recuerdo haber montado muchas veces, siempre con mis padres. Recuerdo aquellos largos viajes desde Briviesca hasta Plasencia, que me pasaba esperando todo el año para que se cumpliera aquella ilusión, esos viajes de cinco horas por lo menos en aquellos vagones con sus departamentos cerrados, ese olor a tortilla de patata que salia del bolso de viaje que siempre nos acompañaba, los tenebrosos túneles del camino,tres por lo menos, que al entrar en ellos aguantabamos la respiración, nose fuera a terminar el aire si respirabamos, una parada que siempre me llamó la atención, Venta de Baños, sería por su curioso nombre y por fin la parada en Empalme, ¡la siguiente ya es Plasencia!. Es uno de los recuerdos que tengo de mi infancia que creo que era una de las cosas que mas ilusión me hacia en aquel entonces.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Yo también recuerdo con cariño aquellos viajes en aquellos departamentos de madera que diferenciaban antes los trenes, antes de convertirse en los autobuses sobre railes, impersonales y asépticos que son ahora.

Recuerdo los viajes a tu lado, con papá, mamá y un raúl pequeñito que aguantaba estoicamente los duros viajes. El olor a aceite y gasoil, a goma quemada especial de aquellos trenes. Ese traqueteo que se te metía en el cuerpo y el sonido a vacío al atravesar un túnel.

Recuerdo aquellas mesitas plegables que se recogían bajo la ventana y llenábamos de tortilla, filetes empanados o ensaladilla, que compartíamos amistosamente con los compañeros de departamento que siempre llevaban un chorizo, un queso o un lomo para intercambiar.

Recuerdo como bien dices la estación de Venta de Baños, que se marcaba en nuestra memoria porque era la que servía de trasbordo a los viajeros que venían de Galicia y teniamos que esperar. Momento que aprovechaba papá para bajar a fumar un cigarro o comprar unas pipas o unos caramelos a uno de aquellos vendedores que paseaban por la estación con una caja colgando en su pecho y que a veces incluso se arriesgaba a subir al tren. Recuerdo la incertidumbre siempre de si volvería a subir o no le daría tiempo. Siempre lo consiguió.

Pero recuerdo especialmente la llegada a la estación de Plasencia, siempre de noche, y aquel aroma especial que la rodeaba. Recuerdo la calle de la estación, andando en muchas ocasiones con aquellas maletas de cuero marrón que nos acompañaron en tantos viajes. Recuerdo la ilusión de volver a casa, porque siempre esta fue nuestra casa y no aquella donde vivíamos más tiempo.